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w01 1/2 págs. 4-7 Cómo hallar seguridad en un mundo peligroso


Raquel Segovia

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CAMINAR por un campo minado puede significar la muerte. ¿No sería distinto si poseyéramos un mapa en el que estuviese señalada la ubicación de las minas? Supongamos, además, que se nos hubiera enseñado a distinguir los diversos tipos de minas que existen. Es obvio que tal conocimiento reduciría en gran medida el riesgo de quedar lisiados o morir.

La Biblia es comparable a ese mapa y a la preparación para identificar las minas. Contiene sabiduría sin igual que sirve para eludir los peligros y afrontar los problemas de la vida.

Fijémonos en la tranquilizadora promesa de Proverbios 2:10, 11: “Cuando la sabiduría entre en tu corazón y el conocimiento mismo se haga agradable a tu mismísima alma, la capacidad de pensar misma te vigilará, el discernimiento mismo te salvaguardará”. La sabiduría y el discernimiento que se mencionan en este texto no proceden del hombre, sino de Dios. “En cuanto al que [...] escucha [la sabiduría divina], él residirá en seguridad y estará libre del disturbio que se debe al pavor de la calamidad.” (Proverbios 1:33.) Veamos cómo contribuye la Biblia a nuestra seguridad y cómo nos ayuda a evitar muchos problemas.

Cómo evitar accidentes mortales

Según cifras publicadas hace poco por la Organización Mundial de la Salud (OMS), la cantidad anual de muertes en accidentes de tráfico asciende en todo el mundo a 1.171.000. Los heridos son unos cuarenta millones, y poco más de ocho millones quedan discapacitados de por vida.

Si bien es imposible disfrutar de seguridad absoluta al volante, esta experimenta un considerable incremento cuando obedecemos las leyes de tránsito. Al hablar sobre las autoridades del Estado, que dictan y hacen cumplir las normas de circulación, la Biblia dice: “Toda alma esté en sujeción a las autoridades superiores” (Romanos 13:1). Los conductores que siguen este consejo corren menos riesgos de sufrir accidentes y las horrendas consecuencias que suelen conllevar.

Otro incentivo para conducir con prudencia es el respeto a la vida. La Biblia afirma lo siguiente sobre Jehová Dios: “Contigo está la fuente de la vida” (Salmo 36:9). De modo que la vida es un regalo divino, por lo que no tenemos ningún derecho a arrebatar esa dádiva a nadie. Y tampoco tenemos derecho a mostrar falta de respeto a la vida, incluida, por supuesto, la nuestra (Génesis 9:5, 6).

Respetar la vida humana implica, como es natural, que nos aseguremos de que nuestro automóvil y nuestro hogar sean lo más seguros posible. En el antiguo Israel, la seguridad era prioritaria en todos los aspectos del vivir diario. Por ejemplo, la Ley de Dios exigía que, al construir una casa, se hiciera un pretil en el techo, un lugar donde la familia realizaba muchas actividades. “Tienes que hacer un pretil a tu techo, para que no coloques sobre tu casa culpa de sangre porque alguien [...] llegara a caer de él.” (Deuteronomio 22:8.) Si alguien se caía del techo de una casa porque el dueño no había respetado esta norma de seguridad, Dios consideraba culpable de lo sucedido a este último. Seguramente, la aplicación del amoroso principio contenido en esta ley reducirá el número de accidentes laborales, así como de los que se producen durante los ratos de ocio.

Cómo luchar contra las adicciones mortíferas

Según la OMS, en la actualidad hay más de mil millones de fumadores en el mundo, y pueden atribuirse al tabaco unos cuatro millones de muertes anuales, una cifra que se espera se eleve hasta unos diez millones durante los próximos veinte o treinta años. Otros millones de fumadores, así como de drogadictos, arruinarán su salud y su calidad de vida por culpa de estos vicios.

La Palabra de Dios no menciona específicamente el consumo de las drogas y el tabaco, pero sus principios nos protegen de estos hábitos. Por ejemplo, 2 Corintios 7:1da este consejo: “Limpiémonos de toda contaminación de la carne y del espíritu”. No cabe ninguna duda de que el tabaco y las drogas contaminan la carne con muchas sustancias químicas perjudiciales. Además, Dios desea que nuestros cuerpos sean ‘santos’, es decir, puros y limpios (Romanos 12:1). ¿No le parece que la aplicación de estos principios nos libra de graves peligros?

Cómo vencer los hábitos peligrosos

Muchas personas son dadas a los extremos en el comer y el beber. Entre las consecuencias de comer demasiado están la diabetes, el cáncer y las enfermedades cardíacas. El abuso del alcohol resulta en más problemas, como el alcoholismo, la cirrosis, los hogares deshechos y los accidentes automovilísticos. En el extremo contrario está la obsesión por las dietas, que puede ser igual de perjudicial y abrir la puerta a desórdenes alimentarios mortales, como la anorexia nerviosa.

Aunque la Biblia no es un manual médico, da consejo franco sobre la necesidad de comer y beber con moderación. “Tú, oh hijo mío, oye y hazte sabio, y guía tu corazón por el camino. No llegues a estar entre los que beben vino en exceso, entre los que son comedores glotones de carne. Porque el borracho y el glotón vendrán a parar en la pobreza.” (Proverbios 23:19-21.) No obstante, la Biblia dice que debemos disfrutar de la comida y la bebida. “[Que] todo hombre coma y realmente beba y vea el bien por todo su duro trabajo. Es el don de Dios.” (Eclesiastés 3:13.)

La Palabra de Dios también nos anima a ser equilibrados con respecto al ejercicio físico al afirmar que “el entrenamiento corporal es provechoso para poco”. Pero añade: “La devoción piadosa es provechosa para todas las cosas, puesto que encierra promesa de la vida de ahora y de la que ha de venir” (1 Timoteo 4:8). “¿Cómo es provechosa ahora la devoción piadosa?”, tal vez se pregunte. De muchas maneras. Además de aportar a la vida una dimensión espiritual de gran importancia, nutre cualidades beneficiosas, como el amor, el gozo, la paz y el autodominio, todas las cuales contribuyen a que tengamos una actitud optimista y buena salud (Gálatas 5:22, 23).

Las amargas consecuencias de la inmoralidad

Hoy día, millones de personas han dejado de lado toda restricción moral. Una de las consecuencias es la epidemia del sida. Según la OMS, más de dieciséis millones de personas han muerto desde que se declaró esta epidemia, y en este momento unos treinta y cuatro millones están infectadas con el VIH, el virus que causa la enfermedad. Muchos enfermos de sida lo contrajeron debido a su promiscuidad sexual, al consumo de drogas con jeringuillas infectadas o a la administración de transfusiones de sangre contaminada.

Otras consecuencias de la moral relajada son el herpes, la gonorrea, las hepatitis B y C, y la sífilis. Aunque estos términos médicos no se empleaban en tiempos bíblicos, se conocían los órganos que se veían afectados por algunas enfermedades de transmisión sexual comunes entonces. Por ejemplo, Proverbios 7:23 dice que la aterradora consecuencia de la fornicación es como ‘una flecha que abre el hígado’. La sífilis, igual que la hepatitis, suele atacar dicho órgano. En efecto, el consejo bíblico de que los cristianos ‘se abstengan de la sangre y la fornicación’ es muy oportuno y amoroso (Hechos 15:28, 29).

El lazo del amor al dinero

A fin de enriquecerse enseguida, muchas personas arriesgan sobremanera su dinero. Lamentablemente, hacerlo suele resultar en pérdidas económicas o en la ruina. Sin embargo, la Biblia dice al siervo de Dios: “Que haga trabajo duro, haciendo con las manos lo que sea buen trabajo, para que tenga algo que distribuir a alguien que tenga necesidad” (Efesios 4:28). Es verdad que quien trabaja arduamente no siempre se hace rico. Pero disfruta de tranquilidad de ánimo y amor propio, y hasta tal vez cuente con fondos que donar para obras buenas.

La Biblia da esta advertencia: “Los que están resueltos a ser ricos caen en tentación y en un lazo y en muchos deseos insensatos y perjudiciales, que precipitan a los hombres en destrucción y ruina. Porque el amor al dinero es raíz de toda suerte de cosas perjudiciales, y, procurando realizar este amor, algunos [...] se han acribillado con muchos dolores” (1 Timoteo 6:9, 10). No puede negarse que muchos de los que “están resueltos a ser ricos” lo consiguen. Pero ¿a qué precio? ¿Acaso no sufren su salud, su familia, su espiritualidad y hasta la calidad de su sueño? (Eclesiastés 5:12.)

La persona prudente se da cuenta de que “su vida no resulta de las cosas que posee” (Lucas 12:15). En la mayoría de las sociedades hace falta tener dinero y algunas posesiones. De hecho, la Biblia dice que “el dinero es para una protección”, si bien añade que “la ventaja del conocimiento es que la sabiduría misma conserva vivos a sus dueños” (Eclesiastés 7:12). A diferencia del dinero, el conocimiento y la sabiduría verdaderos nos ayudan en toda circunstancia, pero sobre todo en las cuestiones que tienen que ver con nuestra vida (Proverbios 4:5-9).

Cuando la sabiduría sea lo único que nos proteja

La sabiduría verdadera pronto ‘conservará vivos a sus dueños’ de una manera sin precedentes: los protegerá durante la gran tribulación, ya muy cercana, cuando Dios destruya a los malvados (Mateo 24:21). Según la Biblia, entonces las personas arrojarán su dinero a las calles como si fuera “una cosa aborrecible”. ¿Por qué? Porque habrán aprendido con dolor que el oro y la plata no les comprarán la vida durante “el día del furor de Jehová” (Ezequiel 7:19). Por otro lado, “una gran muchedumbre” que prudentemente ‘acumuló tesoros en el cielo’ al poner en primer lugar en la vida los intereses espirituales, se beneficiará de su segura inversión y recibirá vida eterna en el Paraíso terrestre (Revelación [Apocalipsis] 7:9, 14; 21:3, 4; Mateo 6:19, 20).

¿Cómo conseguir ese futuro seguro? Jesús contesta: “Esto significa vida eterna, el que estén adquiriendo conocimiento de ti, el único Dios verdadero, y de aquel a quien tú enviaste, Jesucristo” (Juan 17:3). Millones de personas han hallado este conocimiento en la Palabra de Dios, la Biblia. No solo tienen una maravillosa esperanza para el futuro, sino que también experimentan cierta paz y seguridad ahora. Les sucede como dijo el salmista: “En paz ciertamente me acostaré y también dormiré, porque tú, sí, tú solo, oh Jehová, me haces morar en seguridad” (Salmo 4:8).

¿Se le ocurre otra fuente de información que nos ayude a reducir los peligros para la salud y la vida al grado que lo hace la Biblia? Ningún otro libro la iguala en autoridad, y ningún otro puede ayudarnos a hallar verdadera seguridad en el peligroso mundo actual. ¿Por qué no examinarla aún más?

 

Mejor salud y seguridad gracias a la Biblia

Con el objeto de evadirse de la realidad, una joven llamada Jane* consumía habitualmente marihuana, tabaco, cocaína, anfetaminas, LSD y otras drogas, y además bebía en exceso. Según cuenta ella misma, su esposo no estaba mejor. El futuro de ambos no parecía nada halagüeño. Entonces, Jane se puso en contacto con los testigos de Jehová y empezó a asistir a las reuniones cristianas y a leer La Atalaya y su revista compañera ¡Despertad!, que pasaba a su marido. Ambos aceptaron el curso bíblico que ofrecen los Testigos. Cuando llegaron a apreciar las elevadas normas de Jehová, dejaron de consumir sustancias adictivas. ¿Con qué resultado? “Nuestra nueva vida nos ha traído mucho gozo —escribió Jane algunos años más tarde—. Estoy muy agradecida a Jehová por el poder limpiador de su Palabra y por la vida libre y saludable que llevamos ahora.”

El valor de ser un empleado honrado lo ilustra bien el caso de Kurt, que se encargaba del mantenimiento de los sistemas informáticos de su lugar de empleo. Cuando hicieron falta máquinas nuevas, su patrono le encomendó conseguirlas a buen precio. Kurt localizó un proveedor adecuado y llegó a un acuerdo sobre el importe que habría de pagarse. Pero un empleado del proveedor cometió un error en el presupuesto escrito, por lo que el monto se rebajó en casi 40.000 dólares. Cuando Kurt se percató, llamó a la empresa. El administrador le dijo que en sus veinticinco años de profesión no había visto semejante honradez. Kurt le explicó que la Biblia había moldeado su conciencia. El resultado fue que el administrador le pidió 300 ejemplares de un número de ¡Despertad! que trataba sobre la honradez en los negocios, para dárselos a sus compañeros de trabajo. A Kurt, su honradez le valió un ascenso.

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