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Censura


Raquel Segovia

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Cuándo se necesita. En la Ley que Dios dio a Israel se decía a las personas que eran objeto de transgresiones: “No debes odiar a tu hermano en tu corazón. Debes sin falta censurar a tu asociado, para que no cargues pecado junto con él”. (Le 19:17.) No tenían que permitir que se albergara en ellos resentimiento hacia el hermano que erraba, a quien había que censurar con el propósito de recobrarlo del pecado. La consecuencia de no cumplir con esta responsabilidad moral podía ser la reincidencia del pecador, y en ese caso la persona que se hubiera retraído de censurar a su compañero compartiría la responsabilidad de su pecado. (Compárese con Mt 18:15.)

Hay ocasiones en las que los ancianos que representan a la congregación deben censurar a quienes cometen males graves, incluso en la presencia de otros que tienen conocimiento del proceder pecaminoso. Esta censura no se reserva solo para quienes son receptivos a ella, pues también se ordena a los ancianos que ‘censuren a los que contradicen’ y que ‘censuren con severidad’ a los que son “ingobernables” y “habladores sin provecho”. (1Ti 5:20; Tit 1:9, 10, 13.)

Aunque la censura puede ser muy beneficiosa, no siempre es bien recibida. Proverbios 9:7, 8 advierte: “El que está corrigiendo al burlador está tomando para sí deshonra, y el que está dando una censura a alguien inicuo... ¡defecto en él! No censures a un burlador, para que no te odie. Da una censura a un sabio, y te amará”.

Actitud apropiada. Como Dios ha inspirado las Escrituras, toda censura que esté sólidamente basada en ellas es en realidad censura procedente de Dios. (2Ti 3:16.) La censura de Jehová es una expresión de su amor, por lo que no se debe aborrecer ni rechazar. (Pr 3:11, 12.) Debido al afecto que Jesucristo, Cabeza de la congregación cristiana, tiene a los que forman parte de dicha congregación, se preocupa de que hombres cualificados administren la censura necesaria. (Rev 3:14, 19.) Los sabios reconocen que “las censuras de la disciplina son el camino de la vida”. (Pr 6:23.)

La tendencia humana pecaminosa es resentirse por la censura y con el siervo humano por medio de quien se administra. Pero ceder a esta tendencia rebaja a la persona al nivel de la bestia irracional que no tiene sentido moral; el proverbio inspirado lo expresa así: “El que odia la censura es irrazonable”. (Pr 12:1.) Por el contrario, el salmista David, a quien se censuró en repetidas ocasiones, escribió: “Si me golpeara el justo, sería una bondad amorosa; y si me censurara, sería aceite sobre la cabeza, que mi cabeza no querría rehusar”. (Sl 141:5.)

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