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La delgada línea entre el uso y el abuso


Raquel Segovia

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g 5/09 pág. 6
 

La delgada línea entre el uso y el abuso

UNA chica llamada Ángela oyó decir a sus padres que su hermano había perdido el apetito debido a un medicamento que estaba tomando. Como ella quería bajar de peso, de vez en cuando le robaba unas pastillas. Pero para evitar que sus padres la descubrieran, se las empezó a pedir a un amigo que las tomaba por prescripción médica.*

¿Por qué recurren tantos jóvenes a los fármacos? Hay tres razones. La primera, porque están a su alcance, a veces en su misma casa. La segunda, porque muchos creen que usarlos sin receta médica no es ningún delito. Y la tercera, porque pudieran parecer inofensivos en comparación con las drogas. “Después de todo —piensan algunos—, si a los niños se los recetan, es porque no hacen daño.”

Cuando los fármacos se emplean bajo supervisión médica, sin duda contribuyen a mejorar la salud o incluso a salvar vidas. Pero si se consumen indebidamente, resultan igual de nocivos que las drogas. El abuso de estimulantes, por ejemplo, puede ocasionar insuficiencia cardíaca o convulsiones. Hay productos que pueden disminuir el ritmo respiratorio hasta causar la muerte, y algunos también podrían tener efectos fatales al combinarse con otros medicamentos o con alcohol. De hecho, el diario The Arizona Republic informó de la muerte de un famoso actor a principios de 2008 provocada por una combinación letal de tranquilizantes, somníferos y analgésicos.

Otro riesgo es caer en la adicción. Si se usan por razones indebidas o se exceden las dosis, ciertas sustancias actúan como las drogas, es decir, estimulan el centro de placer del cerebro y generan una ansiedad compulsiva. Pero lejos de perpetuar el bienestar o de ayudar a la gente a superar sus problemas, la farmacodependencia empeora la situación. Puede causar todas o algunas de las siguientes consecuencias: aumento del estrés y la depresión, deterioro de la salud y de las funciones normales del organismo, así como adicción. Es muy probable que los afectados ya de por sí tengan problemas en casa, en la escuela o en el trabajo. Ahora bien, ¿dónde está la línea que separa el uso del abuso?

La delgada línea

Un paciente que da buen uso a los fármacos sigue las instrucciones de su médico en cuanto a la dosis, la forma y el horario de las tomas. Si experimenta reacciones adversas o inesperadas, se lo dice enseguida al doctor, quien posiblemente cambie el tratamiento. Con respecto a los fármacos de venta libre, hay que hacer lo mismo: usarlos solo cuando sea necesario y seguir con cuidado las indicaciones que aparezcan en la etiqueta del producto.

Entonces, ¿cuándo se cruza la línea que separa el uso del abuso? Cuando se modifica la dosis, se ingieren medicinas de otra persona, se toman sin razones médicas o de manera inadecuada. Por ejemplo, algunas pastillas deben tragarse enteras a fin de que el ingrediente activo se distribuya poco a poco por el organismo. Pero hay quienes alteran este proceso triturando o masticando las pastillas, o pulverizándolas para inhalarlas o disolverlas en agua y luego inyectarse la solución. Aunque esto puede potenciar los efectos, quizá también sea el primer paso hacia la adicción o, lo que es peor, hacia la muerte.

Ahora bien, si alguien cree que se está haciendo adicto, aun cuando ha seguido las indicaciones de su facultativo, debe hablar con él de inmediato. Este le ofrecerá la alternativa más segura para tratar el asunto sin descuidar el padecimiento original.

El uso indebido de sustancias que producen adicción es una epidemia que dice mucho sobre la sociedad actual. El núcleo familiar, que debería ser un remanso de paz donde reine el amor, ahora está en crisis. Tanto los sanos valores morales y espirituales como el respeto por la vida van en decadencia (2 Timoteo 3:1-5). Además, en vez de abrigar la esperanza de un futuro mejor, mucha gente solo vislumbra un porvenir oscuro. Por eso viven para el momento y van en busca de placeres a toda costa. Con razón la Biblia afirma que “donde no hay visión el pueblo anda desenfrenado” (Proverbios 29:18).

Ustedes, padres, sin duda desean proteger a los suyos de la deficiencia moral y espiritual de este mundo. Pero ¿dónde encontrar una guía sólida para ayudarlos? ¿Existe realmente la esperanza de un futuro mejor? En los siguientes artículos se abordarán estas cuestiones.

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