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Su futuro depende de usted


Raquel Segovia

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La Atalaya |  Núm. 2, 2018

Un cruce de caminos

¿DE VERDAD PUEDE USTED DECIDIR SU FUTURO? Algunas personas creen que su vida está controlada por el destino, y otras, que quien la controla es Dios. Por eso, cuando no logran lo que se proponen, sencillamente se resignan y dicen: “Estaba escrito”.

Algunos se desilusionan al no ver solución a las injusticias y a la opresión que hay en el mundo. Quizás intentan tener una vida mejor, pero sus esfuerzos se ven frustrados una y otra vez debido a las guerras, la delincuencia, las enfermedades o los desastres naturales. Al final, llegan a la conclusión de que no vale la pena luchar.

Es verdad que las circunstancias que nos rodean pueden cambiar nuestros planes (Eclesiastés 9:11). Sin embargo, todos podemos decidir nuestro futuro eterno. De hecho, la Biblia enseña que nuestro futuro depende de nosotros mismos. ¿Por qué decimos eso?

Cuando el pueblo de Israel estaba a punto de entrar en la Tierra Prometida, Dios le dijo mediante Moisés: “He puesto delante de ti la vida y la muerte, la bendición y la invocación de mal; y tienes que escoger la vida a fin de que te mantengas vivo, tú y tu prole, amando a Jehová tu Dios, escuchando su voz y adhiriéndote a él” (Deuteronomio 30:15, 19, 20).

“He puesto delante de ti la vida y la muerte, la bendición y la invocación de mal; y tienes que escoger la vida” (Deuteronomio 30:19).

Así es, Dios liberó a los israelitas de la esclavitud en Egipto y les dio la oportunidad de seguir siendo libres y de tener una vida feliz en la Tierra Prometida. Pero esas bendiciones no serían automáticas. Debían hacer algo: “escoger la vida”. ¿De qué manera? Amando a Dios, escuchando su voz y adhiriéndose a él.

Usted tiene que hacer una elección parecida, y lo que elija determinará su futuro. Si escoge amar a Dios, escuchar su voz y apegarse a él, escogerá la vida, una vida eterna en un paraíso en la Tierra. Pero ¿qué implica cada uno de estos pasos?

AMAR A DIOS

Por inspiración divina, el apóstol Juan escribió que “Dios es amor”, pues esa es su principal cualidad (1 Juan 4:8). Como Jesús lo sabía, cuando le preguntaron cuál era el mandamiento más importante, contestó: “Tienes que amar a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente” (Mateo 22:37). De modo que la verdadera amistad con Dios se basa en el amor y no en el miedo o en la obediencia ciega. Pero ¿por qué debemos amar a Dios?

El amor que siente Jehová por la humanidad es como el que sienten los padres por sus hijos. Aunque son imperfectos, los padres se esfuerzan por enseñar, animar, apoyar y disciplinar a sus hijos con cariño porque quieren que sean felices y les vaya bien en la vida. Y ¿qué esperan a cambio? Que sus hijos los quieran, los obedezcan y entiendan que todo lo que les dicen es por su bien. ¿No es razonable que nuestro Padre celestial, que sí es perfecto, espere que lo amemos y le agradezcamos todo lo que ha hecho por nosotros?

 ESCUCHAR SU VOZ

En el idioma original de la Biblia, la palabra escuchar muchas veces significa “obedecer”. ¿Y no es eso lo que un padre espera que haga su hijo cuando le dice: “Escúchame”? Por lo tanto, escuchar la voz de Dios implica saber lo que él pide de nosotros y hacerlo. Como hoy en día Dios no habla directamente con los seres humanos, para escucharlo, tenemos que leer su Palabra, la Biblia, y poner en práctica lo que dice (1 Juan 5:3).

Para destacar la importancia de escuchar la voz de Dios, Jesús dijo en cierta ocasión: “No de pan solamente debe vivir el hombre, sino de toda expresión que sale de la boca de Jehovᔠ(Mateo 4:4). Comer es importante, pero nutrir nuestra mente con el conocimiento de Dios es más importante aún. ¿Por qué? El sabio rey Salomón lo explicó: “Porque la sabiduría es para una protección lo mismo que el dinero es para una protección; pero la ventaja del conocimiento es que la sabiduría misma conserva vivos a sus dueños” (Eclesiastés 7:12). La sabiduría y el conocimiento de Dios pueden protegernos ahora y ayudarnos a tomar el camino correcto: el que nos conducirá a la vida eterna.

APEGARSE A ÉL

En el artículo anterior, mencionamos unas palabras de Jesús, que en parte decían: “Angosta es la puerta y estrecho el camino que conduce a la vida, y pocos son los que la hallan” (Mateo 7:13, 14). Para andar por ese camino, agradeceríamos contar con un guía experto que nos ayudara a llegar a nuestro destino: la vida eterna. Por eso, debemos apegarnos a Dios (Salmo 16:8). Pero ¿cómo podemos hacerlo?

Todos los días tenemos muchas cosas que hacer y muchas más que nos gustaría hacer. Estamos tan ocupados o distraídos que apenas nos queda tiempo para pensar en lo que Dios quiere que hagamos. Con razón, la Biblia nos recuerda: “Vigilen cuidadosamente que su manera de andar no sea como imprudentes, sino como sabios, comprándose todo el tiempo oportuno que queda, porque los días son inicuos” (Efesios 5:15, 16). Apegarnos a Dios significa poner en primer lugar en la vida nuestra amistad con él (Mateo 6:33).

LA DECISIÓN ESTÁ EN SUS MANOS

Aunque no puede hacer nada para cambiar su pasado, sí puede hacer algo para que usted y su familia tengan un magnífico futuro. La Biblia enseña que nuestro Padre celestial, Jehová, nos quiere muchísimo y nos dice lo que quiere que hagamos. Fíjese en estas palabras del profeta Miqueas:

“Él te ha dicho, oh hombre terrestre, lo que es bueno. ¿Y qué es lo que Jehová está pidiendo de vuelta de ti sino ejercer justicia y amar la bondad y ser modesto al andar con tu Dios?” (Miqueas 6:8).

¿Y usted? ¿Andará con Dios? Si acepta su invitación, recibirá las bendiciones eternas que él tiene preparadas para sus amigos. La decisión está en sus manos.

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